4. LA LEY COMO RUMBO Y VIDA

INTRODUCCIÓN

La palabra básica bíblica que se traduce «ley» es Tora. Tora quiere decir no solo instrucción o enseñanza, sino, fundamentalmente, «dirección». La ley entonces da el rumbo que Dios señaló; una vida sin ley es una vida sin rumbo en el sentido de que no existe ningún significado verdadero apartado de Dios. El mal no es una ausencia o escasez de ser, sino una separación de Dios ética, no metafísica. Mientras mayor sea la separación, mayor será la pérdida de significado.
El infierno no tiene comunidad ni significado. Es el colapso de toda comunidad, significado y vida en una negación radical.
El libro de Proverbios es esencialmente un libro sobre la ley como rumbo y guía de la vida. La Tora en Proverbios: donde aparece sin calificaciones (28:9; 29:18) claramente es la ley divina (es también el término judío para el Pentateuco); pero mi ley, «la ley de tu madre» (1: 8), etc., se refiere a las máximas presentes y a las enseñanzas del hogar, basadas en verdad en la ley, pero no idénticas a ella.
Por tanto, toda instrucción descansa y debe descansar en la Tora, ley o instrucción fundamental de Dios. La ley de un padre, la ley de un maestro o patrono, debe ser una aplicación de la ley de Dios. Cuando se aplica así, la ley de Dios se vuelve la trama de la vida y guía de la sociedad. Como dijo Salomón: El que menosprecia el precepto perecerá por ello; mas el que teme el mandamiento será recompensado.
La ley del sabio es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte (Pr 13: 13-14).
Como observa Kidner: la frase ley del sabio (hombre) indica que la ley (Tora) se usa aquí en el sentido original de «orientación» o «instrucción»; es la voz de la experiencia espiritual antes que el mandamiento divino, aunque estará en armonía con la Tora (como su proximidad al versículo 13 recalca).
La ley de Dios es dada a todos los hombres; la sociedad santa y los hombres santos mediarán en esa ley en cada nueva generación y así asegurarán su salud y bienestar.
Como lo resumió Delitzsch: El proverbio está diseñado para indicar que la vida que brota de la doctrina del sabio como de una fuente de salud para el discípulo que la recibe, le transmite conocimiento y fuerza, para saber dónde están las trampas de la destrucción y alejarlo con pasos vigorosos cuando estas amenacen con atraparlo.
Esto enuncia de nuevo el significado básico de la Tora, dirección, y la dirección provista por la ley es un camino de salud, conocimiento y vida. Además: Los que dejan la ley alaban a los impíos; mas los que la guardan contenderán con ellos.
Los hombres malos no entienden el juicio; mas los que buscan a Jehová entienden todas las cosas (Pr 28: 4, 5).
Acudiendo de nuevo a Delitzsch: Los que alaban al impío se alejan de la Palabra revelada de Dios (Sal 73: 11-15); los que, por el contrario, son fieles a la Palabra de Dios (29: 18) se encienden contra ellos, los sacude profundamente su conducta, no pueden permanecer en silencio ni permitir que su iniquidad quede sin castigo. El que hace de la maldad su elemento moral cae en la confusión de la concepción moral; pero aquel cuyo fin es el único Dios vivo, en toda situación de la vida, incluso en medio de grandes dificultades, gana de eso el conocimiento de lo que es moralmente correcto.
De modo similar dice el apóstol Juan (1ª Jun. 2: 20): «Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas»; o sea, necesitan buscar ese conocimiento que requieren, y que anhelan, no fuera de ustedes, sino en el nuevo cimiento divino de su vida personal; de allí todo lo que necesitan para el crecimiento de su vida espiritual, y para alejar de ustedes las influencias hostiles, llega a sus conciencias. Es un conocimiento potencial, bien abarcador en carácter, y a todas luces un conocimiento humano relativo, que es lo que aquí quiere decir.
Olvidar la ley quiere decir olvidar la orientación y la vida; y la sociedad y los hombres que se olvidan de la ley de Dios pierden por ello la sabiduría y toda orientación. El relativismo gobierna a la sociedad, y produce parálisis moral. Los comentarios de Kidner destacan esto con claridad: 28: 4. La ley de Dios es bastión del hombre.
Sin revelación, pronto todo es relativo; y con relatividad moral, nada en sí merece ataque. Por ejemplo, se acepta al tirano porque consigue que las cosas se hagan; y al pervertido, porque su condición es interesante. La plena secuencia aparece en Romanos 1: 18-32.
La ley de Dios es la luz del hombre. Romanos 1: 21, 28 ilumina la línea 1, como Romanos 1: 18-32 el proverbio precedente. En la línea, Salmo 119: 100; Juan 7: 175.
Uno de los deseos más persistentes de los hombres es andar por vista, con un conocimiento del futuro de lo que tiene delante. Fue este motivo lo que condujo a Saúl a buscar a la hechicera de Endor. Por medio de ella, Saúl quería conocer el resultado de su guerra contra los filisteos, y lo que debería hacer (1ª S 28: 15). Los siglos 19 y 20 vieron un serio despertar de varias formas de ocultismo por las que el hombre procura hurgar el futuro y obtener luz para andar.
Las Escrituras prohíben todos esos esfuerzos de examinar el futuro apartados de Dios. El medio provisto para que el hombre pueda saber el futuro es la Ley y
Palabra de Dios. De esta manera, el salmista declaró, en su gran meditación sobre la ley, el Salmo 119: Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino. Juré y ratifiqué que guardaré tus justos juicios (Sal 119:105-106).

ESTE CONCEPTO DE LA LEY COMO GUÍA DEL HOMBRE APARECE UNA Y OTRA VEZ EN LAS ESCRITURAS.

Esas mismas palabras también las dijo, tal vez primero que nadie, Salomón: Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen (Pr 6:23).
En este versículo, como Kidner nota, las reglas paternales basadas en la ley de Dios «se consideran como expresiones de la ley absoluta, divina»6. Incluso más importante es el hecho de que la ley de Dios, en su declaración bíblica y cuando es trasmitida fielmente por la familia, iglesia, estado o escuela, es fuente de luz que Dios ha ordenado, el medio válido de predicción. El hombre, al andar por fe en obediencia a la ley de Dios, anda en un gran grado por vista. Andar sin ley es andar en oscuridad.

LA LEY TRASMITIDA NO PUEDE TOMAR EL LUGAR DE LA LEY BÁSICA, LA TORA DE DIOS.

La ley trasmitida debe en verdad ser idéntica a la Tora divina. La aplicación, no la innovación ni la adición, es el deber de la persona o agencia trasmisora. Salomón por consiguiente vinculó tres cosas: primera: el temor del Señor y su instrucción, dirección o ley; segunda: la misma ley o instrucción según la aplica el padre o madre a su hijo; tercera: la consecuencia de la obediencia a esta instrucción es un ornamento o corona en la vida del hijo.
El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, u no desprecies la dirección de tu madre;
Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello (Pr 1: 7-9).
El término «principio de la sabiduría» se refiere al «principio primero y controlador, antes que una etapa que uno deja detrás»7. Delitzsch traduce el versículo 9 así: «Porque estos son una corona hermosa en tu cabeza, y joyas en tu cuello».
El principio controlador de la vida, que corona a un hombre y enriquece sus días con sabiduría, es el temor del Señor, y este temor es inseparable de la ley, instrucción o dirección de Dios.
El carácter básico de la ley para la vida se establece de forma contundente en otros dos Proverbios:
El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable (Pr 28: 9).
Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado (Pr 29: 18).
Si un hombre rechaza la ley u orientación de Dios, ha rechazado toda relación con Dios, y «su oración también es abominable» para Dios, una ofensa moral, porque orar al Dios cuya guía despreciamos es añadir insulto a nuestras ofensas. Todavía más, «sin revelación un pueblo se vuelve ingobernable», como Delitzsch tradujo Proverbios 29: 18. La revelación de Dios es también su ley, que es el único camino del hombre hacia la verdadera felicidad, y el único medio aceptable de servir a Dios.
Cuando Jesucristo dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Jn 14:6) la palabra que usó para «camino» fue jodós, un sendero natural, camino, senda, camino del viajero o, metafóricamente, un curso de conducta, manera de pensar o justicia.
Westcott citó el uso de la palabra «camino» en el misticismo de Lao-tzé a modo de comparación. No hay nada de místico en el uso de «camino» que hizo nuestro Señor. Él es el único camino a Dios, y, al identificarse a sí mismo con el rumbo, declaró en realidad: «Yo soy la Tora». La ley como expresión de la justicia y derechos de Dios es el único camino o rumbo válidos del hombre.
Cristo guardó la ley perfectamente, porque la ley era la expresión de su ser; no cometió pecado y no podía pecar, porque la ley no era otra cosa que su justicia y derechos establecidos. No podía hacer a un lado la ley, porque hacerlo habría sido negarse a sí mismo y dejar de existir.

Los políticos tiranos han declarado: «Yo soy la ley», y finalmente han perecido bajo la ley de Dios, pero Jesús podía declarar de manera absoluta: Yo soy el camino o ley, la verdad y la vida. La ley no se puede separar de Cristo, ni Cristo de la ley.